DIARIO DE UN SWINGERS HIPÓCRITA

DAVID VALLES

La historia escrita en este libro, los hechos contados y personajes relatados son totalmente ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

FRAGMENTO DEL CAPITULO 20

«La libertad no es digna de tener si no incluye la libertad de cometer errores».

Mahatma gandhi

NOCHE EN UJOMOE CON IRINA

Entramos despacio y tanto las camas como los pasillos están llenos. Como siempre, gemidos y cuerpos desnudos se entremezclan entre la penumbra, sentimos miradas persecutorias y deseos de poseernos entre los asistentes. Paseamos entre habitaciones hasta entrar en la pecera. Una habitación grande con una cama de cuatro por cuatro con varios colchones de cuero negro unidos para poder acaparar toda la superficie elevada. Se llama la pecera porque en dos de las paredes hay un gran ventanal acristalado para que los voyeurs y curiosos puedan ver el espectáculo que ofrezcan las parejas que allí pongan en práctica sus fantasías sexuales. En ese momento, la cama está vacía, solo hay una pareja sentada a un lado existiendo un pequeño banco para precisamente eso, poder mirar lo que suceda cómodamente.

—¿Nos quedamos aquí? —me pregunta Irina.

—¿Quieres que nos pongamos aquí? —le pregunto.

—¿Por qué no…?

Ella, sin más, se sube a la cama gateando y enseñándome ese precioso trasero que ya en tanga es redondo, suculento e invita a saborear.

Yo, rápidamente, me quito lo poco que me queda y me quedo totalmente desnudo a una velocidad que creo batir récord siendo medalla de oro si existiera una modalidad del estilo. Nos empezamos a besar lentamente y veo que el número de espectadores aumenta por momentos. Nuestros cuerpos esculturales de gimnasio y la belleza de Irina son un gran reclamo y nuestra excitación va en aumento. No aguanto más y la agarro con fuerza para tumbarla boca arriba e inmediatamente me deslizo por su cuerpo poco a poco saboreando con mi lengua sus pechos que ya están erectos por la excitación, continúo hasta llegar al ombligo, donde me paro para juguetear sobre él con mi lengua que está aguada por las ganas de saborearla.

Mordisqueo suavemente su lado cerca de la cadera, ella suelta una ligera risa por el cosquilleo, sigo bajando hasta besar sus muslos y ella, sin yo pedírselo, abre sus piernas. Poco a poco me deslizo hasta su entrepierna ya humedecida y sigo salivando más por las ganas de lamer ese gustoso manjar. Empiezo a juguetear con la lengua, despacio y sin fuerza, y ella se estremece y retuerce. Me mira levantando su cabeza y deja de hacerlo para apoyarla y acomodarse al placer. Yo empiezo a absorber aumentando la intensidad de mis lametones y sobre todo saboreando, saboreando y volviendo a saborear ya con una intensidad que no puedo parar y mi excitación es tan grande que hace que mi miembro esté tan erecto que parece que vaya a explotar sin que nada ni nadie me haya tocado en ningún momento.

Sus gemidos ya son de un volumen considerable y eso me pone aún más, me excita e introduzco un dedo en mi boca, lo humedezco y se lo introduzco con suavidad entrando con una facilidad de lubricación y dilatación perfecta, mientras sigo pasando la lengua sobre esa parte que tanto le hace retorcerse de placer, serpenteando en una nube de placer, pero por el doble gusto de mis dedos y mi lengua.

—¡Joderrrr! —exclama rabiosa entre dientes.

Muevo su interior despacio, pero buscando esa parte de su cuerpo que le hace llegar a lo más alto de los placeres, a ese palacio de paraísos inimaginables y siento cómo un río de placer se desborda por mi boca y la escucho gemir arqueando la espalda de tal forma que ni la mejor contorsionista.

Me incorporo, la miro y ya situado de rodillas a su lado derecho introduzco mi miembro en su boca, facilito su trabajo cogiendo su cabeza con mi mano izquierda y continúo con mi mano derecha en su entrepierna, aguada por el orgasmo conseguido. En ese momento levanto la cabeza y me quedo sorprendido por la gran expectación que hemos conseguido atraer. La habitación está repleta de parejas que nos miran, en los ventanales hay decenas de manos apoyadas sobre el cristal de parejas que nos miran sorprendidos y casi no dejan hueco a otras para ver, que están detrás, pero que intentan mirar entre las cabezas.

Eso a mí me excita más y mientras muevo fuertemente mi mano en su interior y siento cómo ella tiene que dejar de chuparme porque necesita respirar y gritar a la vez, veo cómo un chorro salpica a borbotones los colchones y los mirones se sorprenden todavía más por ello. Se escuchan exclamaciones de fondo y algún comentario en susurros de sorpresa.

Ya no puedo aguantar más y en ese momento vuelvo a cogerla con fuerza para girarla como un peonza y colocarla delante mío, la embisto con fuerza y mi cuerpo choca fuertemente contra el suyo, la penetro con fuerza mientras la agarro de los hombros y la beso con fuerza, con ganas, como si necesitara devorarla porque su belleza me convierte en carnívoro, mientras los chasquidos de nuestras caderas ensordecen la habitación y mis movimientos se aceleran sin poder dar freno y sin que exista ya nada que pueda pararme, sin que me fije en nada más que en ella y sobre todo sin desear a nadie más que a ella.

Siento entre mis piernas cómo los chasquidos vienen precedidos de salpicadas que me cubren las caderas y piernas y eso me excita aún más. Le doy la vuelta, la pongo boca abajo, totalmente tumbada y con las piernas cerradas y veo cómo ella pone su precioso trasero ligeramente alzado. No pierdo tiempo, abro mis piernas me coloco encima de su trasero y la penetro profundamente. Esta vez me mantengo como un imán al hierro sin separarme de ella, pero con un movimiento sinuoso frotando mi cadera con su glúteo y sintiendo como en sus adentros toco en lo más delicioso de su ser.

—¿Te hago daño? —le pregunto.

—Noooo, sigue así, no pares, por favor —suena a súplica entre gemidos.

En ese momento pego aún más mi cuerpo al suyo, pero mi mano se hace sitio entre el colchón y su cuerpo para poder tocar un clítoris mojadísimo. Mi boca muerde la suya, muerde esos labios que ya me saben a gloria y no puedo parar.

—¡¡¡Me corro, cabrón, me corroooo!!! —me dice.

Siento cómo se estremece y nuestros cuerpos sudados se deslizan dejando que sus convulsiones vayan poco a poco a menos. Cuando veo que me sonríe dejo de tocarla, pero me sale una mirada muy picarona, en mi cabeza pasa el deseo de darle fuerte para poder llegar a mi final acabando de la forma más excitante y de mayor plenitud para ella. Incorporo mi cuerpo, nos ponemos en cuadrupedia y agarrando fuerte sus caderas vuelvo a acelerar mis embestidas, pero esta vez separándome y haciendo chasquear otra vez nuestros cuerpos. Ella grita y yo acelero de tal forma que prácticamente se convierte en una locura de agitación que pone mi corazón al límite y mis jadeos no son suficientes para poder oxigenar todos mis músculos. No aguanto más y una explosión de placer indescriptible me hace retirarme a tiempo para que un torrente deje su espalda empapada mezclándose con el goteo de mi sudor de todos mis poros abiertos.

Caigo extasiado a su lado y nos miramos, su sonrisa me hace sonreír a mí también y casi sin fuerzas, pongo mi mano en su espalda.

El silencio creado en nuestro mundo se convierte en sonido lentamente, no nos lo podemos creer, pero la habitación se llena de aplausos y exclamaciones.

—¿Qué está pasando? —pregunta ella.

—Qué va a pasar, que no hay nadie que nos iguale —le contesto.

Nos levantamos y ella sale cogida de mi mano, con timidez y una gran sonrisa. Yo, cómo no, saco pecho con el ego inflado como un globo aerostático.

Nos vamos a la zona de la barra a pedir una copa que nos sabe a gloria después de la deshidratación. Se nos acerca una chica casi gritando, para que se la oiga entre la música de la pista.

—Vosotros sois actores porno, ¿no?

Nos miramos y empezamos a reírnos sin tomarla muy en serio, pero nos lo vuelve a repetir como si no la hubiéramos entendido, a lo que respondo:

—No, qué va. Lo hacemos por pura afición. —Y sonrío.

En mi cabeza solo hay felicidad y además complicidad con Irina por la pregunta.

—Yo es la primera vez que vengo a este lugar —cuenta Irina.

—Pues, madre mía la que habéis liado, todo el mundo ha alucinado y no paran de preguntar quiénes sois —responde la chica.

En ese momento nuestro ego y orgullo está por los aires y al ir hacia la pista de baile nos soltamos, desinhibiéndonos de todo y disfrutando como niños de la noche que estamos pasando.

Ella disfruta mucho bailando y yo la sigo como si fuera un adolescente enamoradísimo. Sus miradas e intentos de seguir seduciéndome penetran en mi interior, electrizándome y convirtiéndome en un incontrolado de actos inimaginables.

—Sabes que como sigas así te voy a comer el coño encima de la barra —le susurro al oído.

—¡¡No serás capaz!!

La agarro de la cintura y la levanto como una pluma. Mi fuerza es sobrenatural y no siento apenas su peso, el recorrido desde la pista hasta la barra es de unos metros y los realizo en un instante, mientras ella no deja de mirarme fijamente a los ojos. La barra en forma de U no deja espacio en el centro porque hay mucha gente pidiendo su copa y me la llevo a un lado. En ese lado me doy cuenta de que está la jefa del local sentada en un taburete alto y con un abanico se airea tranquilamente. Es una cincuentona teñida de rubio, me llevo muy bien con ella, la considero una mujer de unas formas exquisitas y que se hace querer.

En ese lado de la barra hay unos cubatas que aparto rápidamente y siento ese precioso culo de Irina sobre la barra con brusquedad. La miro a la cara y su expresión ni siquiera es de sorpresa, sino de excitación, cosa que hace que tenga más ganas aún de darle placer con la lengua. Le separo las piernas y aparto el tanga dejando ver la maravilla que tiene entre esos muslos redondos y turgentes. Me lanzo como una bestia entre sus piernas y mi lengua salivada desde el susurro se mueve sin parar. Con la mirada levantada veo cómo apoya sus manos en la barra para acomodarse y gemir, mientras me mira y pone esa boquita en forma de O resoplando suavemente.

En ese momento, la jefa comienza a abanicarle y casi sin sorprenderse, acostumbrada a ver cosas de todo tipo en su local. También veo al camarero que está intentando disimular mientras pone copas, pero observo que de vez en cuando deja caer una mirada para ver lo que está sucediendo. Parejas se acercan para ver el segundo espectáculo que ofrecemos esa noche e Irina no le da importancia o simplemente ni se da cuenta porque no deja de mirarme.

Mientras saboreo ese delicioso manjar introduzco un dedo y comienzo a moverlo como a ella le gusta, me vuelvo incontrolable y tanto mi boca, que se mueve con mayor rapidez, como mi dedo en su interior, la vuelven loca. Ella gime más y esos ojos medio cerrados, por el placer, se acaban cerrando. Yo necesito ver otra vez la explosión húmeda de ese cuerpo que me tiene loco y me incorporo introduciendo otro dedo y apretando fuerte donde sé que ella no podrá hacer nada para impedir mojarlo todo. Solo unos segundos después, mientras muevo mi mano enérgicamente y sujeto con la otra su cabeza, empieza a borbotear y empaparlo todo desde el suelo hasta la barra y la gente que nos rodea se aproxima perdiendo la timidez a un paso, casi sintiendo el aliento de ella para no perder detalle.

Mi ego está por los cielos y sacando pecho por ello acerco mi boca y la beso con delicadeza, con amor, como si de una figura de porcelana se tratara.

Miro a la jefa y le pido disculpas y ella hace un gesto a su camarero como capitana de barco y en un abrir y cerrar de ojos está en el office con un mocho preparado para limpiar el suelo, mientras el camarero hace lo mismo con un paño en la barra.